martes, 10 de julio de 2007

EL EFECTO TEN CATE

Ten Cate llegó al F.C. Barcelona de la mano de Frank Rijkaard en el verano de 2004. Su mayor responsabilidad, conjuntamente con Eusebio Sacristán, fue el de desempeñar las labores propias como segundo entrenador. Con el paso de los meses se comprobó que, específicamente, las tareas de táctica y observación del rival eran oficio del exjugador del Barça y, en cambio, el control del vestuario (con todo lo que ello implica) se adjudicaba al técnico holandés.

La buena marcha del equipo elevó la cotización de todos los componentes del grupo técnico de la primera plantilla. Infructuosos cantos de sirena sonaron para el entrenador así como para Eusebio y Ten. Sería éste último quien, a inicios de año, comunicó al club su intención de aceptar la oferta que el Ajax le había formulado y así, concluida la temporada 2005-2006, abandonó el club entre -digamos- una marcada indiferencia.

En los meses que siguieron a su marcha surge, desde algún recóndito e indeterminado punto del entorno, una teoría que podríamos bautizar como "efecto Ten Cate", según la cual, cualquier disminución en el rendimiento de la plantilla sería atribuible a la ausencia del segundo de abordo. Entre anónimos oídos se extendió el bulo, siempre en boca de alguien dispuesto a aparentar un profundo conocimiento del vestuario -y de las más altas esferas del entramado blaugrana-; la información era avalada así por un halo de misterio y confidencialidad lejos de toda duda razonable. Así, el "efecto Ten Cate" era capaz de explicar los motivos del problema de disciplina interna, de la no aplicación del código interno y de la dispersión mental de algunas estrellas; la figura del poli malo capaz de agarrar por la pechera a la oveja más descarriada (léase Gudjohnsen, léase Ronaldinho, léase Eto'o), cobraba así mayor verosimilitud. Pero la estupidez llegó hasta tal punto que incluso en áreas de las que nunca se había ocupado el bueno de Cate, la ausencia del holandés justificaba cualquier rendimiento inferior a lo esperado: si el equipo desplegaba un juego menos brillante era porque no estaba Ten Cate; si Víctor Valdés cantaba en ocasiones más que Plácido Domingo en el Bernabéu correspondía a la no presencia de Ten Cate; si Eto'o se lesionaba gravemente, sin duda cabía buscar responsabilidades en la huida de Ten Cate, y así ad eternum...

A estas alturas de la temporada, uno se pregunta si en lugar de incorporar a jugadores como Henry, Abidal o Touré, el club debiera recuperar a Ten Cate aunque sólo fuera para acabar con una de las teorías más peregrinas de la historia del fútbol mundial.

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