DEL CIELO AL INFIERNO Y VUELTA A EMPEZAR

Ni un par de siglos sería tiempo suficiente como para que los directivos del fútbol español -clubs y federación- se hicieran una idea de lo tremendamente agradecidos que les estamos todos los seguidores de la liga por su excelente y casi única ocupación en todo un año: parir este engendro diabólico llamado calendario. Cual bella mujer a la que todos quisieramos cortejar, la liga se nos presenta -con los últimos calores de la temporada estival-, atractiva y deseada. Pero el calendario es como aquella amiga del alma que cumple a rajatabla con su función de salvaguardar del pecado la pureza de la doncella. Más pronto o más tarde, ya sea en los wiskyes o cuando uno cree que va a triunfar, la amiga llegará para hundirnos en la más rastrero de las derrotas; y es así como actúa el calendario: tras la primera jornada de la pasada temporada, o tras las dos primeras, como en este; pero aquí se halla hoy la afición, apoyada de madrugada en la barra de bar lamentándose, entre tempestades de alcohol, de su mala suerte.

Y es así que a los medios de comunicación no les queda otra que empezar a rellenar centenares de blancas hojas con todas aquellas estupideces que lograron driblar la pretemporada. Tampoco la selección es un tema que venda tanto e interese más, así es que hay que lanzarse a por la carnaza que haya podido aparecer en los 180 minutos de juego disputados, o al alabo, excesivo, soez, casi injurioso, del último astro que ha sabido encadenar dos buenos pases y un medio remate certero.

Ayer oía y escuchaba una tertulia de radio barcelonista. La conclusión final fue clara: nos quedan 36 jornadas de liga para remontar. ¿Remontar?, sí, exacto; ese fue el verbo empleado en una clara muestra que para algunos, los resultados de la última liga regalada fueron más psíquicos que otra cosa; siempre es más cómodo que retornar a los orígenes y exhibir nuestra dosis de pesimismo. Otros, andaban a esas horas últimando lo que hoy era una portada digna de guardar en aquel cajón de las estupideces mayúsculas: "Snjeijder, ¿El nuevo Di Stefano?". Querella criminal, pensé.

Largos serán estos quince días...